Conocer los fundamentos para elevar el diseño.
Conforme ganamos experiencia, empezamos a encontrar una identidad propia en el diseño. Con esto no nos referimos necesariamente a una identidad estética, sino a una cultura de diseño. Esta cultura involucra una serie de acciones y de formas de crear que se alinean con nuestra propia filosofía de lo que el diseño es y de cómo debe ser expresado. Puede verse reflejada, por ejemplo, en nuestra metodología de trabajo, en el tipo de clientes con el que preferimos trabajar o en la especialidad de diseño que escogemos.
Sin embargo, la razón por la cual es importante reflexionar acerca de la cultura de diseño, es porque esta nos ofrece lineamientos generales que están por encima de nuestras acciones específicas. Se trata, por así decirlo, de una serie de principios o fundamentos generales que utilizamos para que nuestro diseño se comprometa con una visión determinada.
Podemos encontrar uno de los ejemplos más famosos de estos fundamentos en la obra del diseñador industrial alemán Dieter Rams. Rams ganó mucho reconocimiento por su trabajo con el desarrollo de productos de consumo, particularmente con la marca Braun. Su visión funcionalista enfocada en la calidad de sus diseños, así como marcada búsqueda de un diseño discreto que dice mucho con poco, lo volvieron un personaje cuya influencia sigue sintiéndose hoy en diversas ramas de la industria.
En los años 70, Rams planteó la idea de que la obsolescencia, es decir, un producto que se desgasta rápidamente y deja de ser funcional, era correspondiente con un diseño pobre. Esto lo llevó a hacerse una pregunta que muchas veces nos hemos descubierto formulando nosotros mismos: ¿Cómo puedo saber si mi diseño es bueno? Para responderse, Rams postuló una serie de ideas que se convertirían eventualmente en sus famosos “10 principios del buen diseño”.
Antes de repasar este decálogo, es necesario aclarar que este se corresponde principalmente con el diseño industrial: lo que él tenía en mente era resolver un problema específico de la forma en la que se pensaban los productos, mas no necesariamente de la comunicación visual. Sin embargo, podemos realizar el ejercicio de extrapolar estos principios para evaluar desde otra perspectiva el diseño gráfico y trazar una guía hacia la creación de una cultura de diseño.
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No debemos confundir la originalidad con la innovación. Si bien es cierto ambos conceptos se superponen en cierta manera, no necesitamos crear algo completamente nuevo para innovar. La innovación no está al servicio de sí misma, sino de la funcionalidad: un diseño innovador consiste, por ejemplo, en tomar los elementos de una pieza y dar soluciones creativas para mejorar su comunicación.
Con esto, Rams nos hablaba de la funcionalidad como eje del diseño. De la misma manera, el buen diseño enfatiza el uso de una pieza sin por ello renunciar a otros aspectos de su identidad, como la estética o su efecto psicológico en el usuario. Cuando desarrollamos, por ejemplo, una pieza editorial, debemos pensar que esta pieza ha sido creada para ser leída en primer lugar, no solo admirada por su estética.
En este punto, es necesario explicar que Rams no se refiere a la estética como una forma superficial de proyectar belleza, sino como un mecanismo para generar bienestar. Del mismo modo, las piezas gráficas, particularmente aquellas destinadas a una constante exposición, como un cartel en una tienda, ocupan un lugar en la vida del usuario, y deben generar un impacto positivo.
Extrapolando la idea del producto, el diseño gráfico debe siempre buscar la legibilidad, la limpieza y establecer una jerarquía clara de lectura. Crear una estructura que el usuario pueda seguir de manera intuitiva es siempre señal de un diseño pensado y basado en fundamentos. Piezas como una web o un manual, por ejemplo, deberían tener una estructura idealmente autoexplicativa, que permita al usuario saber rápidamente cómo debe emplearlas.
Este principio se ciñe a la idea de Rams de un diseño que dice mucho con poco. De la misma manera, el diseño debe buscar comunicar ideas de la manera más clara posible. Por ello, particularmente en ciertas áreas del diseño, las piezas que construimos no son elementos puramente decorativos o piezas de arte, sino que cumplen una función. Agregar elementos visuales a una tarjeta de presentación solo para demostrar nuestra capacidad, por ejemplo, es una práctica que no busca mejores resultados, sino sencillamente satisfacer nuestro amor propio.
Este principio es una critica al diseño que utiliza recursos visuales para promocionar características inexistentes. El diseño gráfico se basa en comunicar correctamente una serie de ideas, no en comunicar ideas falsas para crear un diseño más estético. Por ejemplo, una marca que utiliza el color verde para verse más natural y medioambiental, pero que no lo es realmente, no solo está engañando a su audiencia, sino también basando su estrategia en una serie de atributos que la marca no posee y por lo tanto no podrá sostener a lo largo del tiempo.
Diseñar siguiendo tendencias o modas pasajeras, puede llevar a que el diseño pierda rápidamente su valor. En algunos campos, como por ejemplo el branding, esto puede acarrear un serio problema para la marca, ya que se verá obligada a renovarse rápidamente, con todos los problemas que esto supone, desde el aspecto económico hasta el impacto que un cambio así tiene en la percepción del público.
Cuando diseñamos, deberíamos procurar que no sobre ni falte nada. Cada parte de una composición, cada contenido en una pieza, cada elemento que compone un sistema de marca, debería cumplir una función. El gran diseño lo es principalmente por sus detalles y su precisión. Considerar las terminales en una tipografía, establecer las formas internas en un sistema de íconos o crear una paleta de color con detalles que resalten ciertos atributos no solo mejora la percepción del usuario, sino que también aumenta las posibilidades de una comunicación exitosa.
El diseño y el medioambiente tienen una relación muy estrecha. La contaminación visual y física que puede derivarse de un mal manejo de recursos por parte de un diseñador puede ser devastadora. Para prevenir esto, un diseñador consciente debe medir el impacto ecológico de su trabajo. ¿Podemos recomendarle a nuestro cliente utilizar una pieza digital que no genere desperdicio de papel? ¿Es necesario usar una tinta fluorescente contaminante o podemos encontrar una alternativa? ¿Estamos actualizados acerca de los materiales ecológicos que podemos usar?
Para Rams, menos es más, y este es un principio muy sencillo de extrapolar al campo visual. Un diseño debe ser tan sencillo como sea posible sin perder por ello su capacidad de comunicación. Por ello, el buen diseño busca elevar aquello en lo que se enfoca: ya sea que se trate de una marca, una pieza editorial o un elemento digital, utiliza los recursos adecuados para lograr sus objetivos, sin excederse en sus objetivos ni alejarse de ellos.
Estos diez fundamentos pueden servirnos no solo para elevar nuestro trabajo, sino también para reflexionar acerca del tipo de diseñadores que queremos ser. Sentar una serie de principios claros y establecer una cultura de diseño en la que creamos verdaderamente es una forma de garantizar que, con el transcurso del tiempo, nuestra profesión nos procure no solo buenos resultados, sino también una sentimiento de realización profesional y personal.
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